miércoles, 9 de diciembre de 2015

VALIZAS-CABO POLONIO

VALIZAS-CABO POLONIO

Para llegar hasta Barra de Valizas, fuimos en coche con una agradable familia uruguaya que nos llevaron hasta la mismita plaza del pueblo. Charlamos animadamente y compartimos un buen rato.

Nos pusimos en contacto con Claudio, amigo de Pablo de Durazno, pero resultó no estar en el pueblo y nos recomendó, al igual que Valeria, que nos alojáramos donde el conocido Melo, así que allá que nos encaminamos. 
Nos encontramos que no había nadie, y tras preguntar a lxs vecinxs, decidimos dejar las mochilas e irnos a la playa a pasear y comer, hacía muy buen día, aunque el viento era potente.

Kilómetros de playa se abrieron ante nuestros ojos, bajo un cielo azul intenso. Casitas de madera sobre la arena a modo de vivienda de lxs hippies que habitaban el lugar, dejaban una postal muy variopinta. 

Al fondo, las grandes dunas que la separaban del pequeño y bohemio Cabo Polonio.

Esa noche nos picaron los mosquitos hasta donde no está escrito. Los oíamos zumbar sin parar, provocándonos, ademas de muchas picaduras una muy mala noche.

Al día siguiente cruzamos en barquita un pequeño pero profundo río, para comenzar desde allí nuestro paseo a través de las blancas dunas hacia el Cabo.

Un lindo paseo, siguiendo las huellas en la arena, llena de subidas y bajadas, y de repente verdes pastos, vacas y caballos, siempre acompañadxs por el azul del mar; con tristes hallazgos de algún cadáver de lobo marino solitario entre las arenas. Llegamos en dos horas más o menos.

El pueblo es muy chiquito, coronado por un gran faro. Con alguna zona de restauración, aunque todavía con lugares donde no llega la luz ni el agua. Siendo necesario acceder a el mediante vehiculos 4x4, si no se desea realizar la caminata de las dunas.

Como los mosquitos no nos dejaban tranquilxs en la playa, nos decidimos a pasear en busca de los lobos marinos, y lo que se escondía tras el faro fue algo tan increíble e impresionante, que nos dejó con la boca abierta durante un largo rato. Centenares de lobos marinos nadaban en el mar, para después espanzurrarse, literalmente, en las rocas a tomar el sol y dormir la siesta. Muchos de ellos se enfadaban y peleaban emitiendo un fuertes y particulares sonidos, y con unos andares entre cómicos y patosos pretendían alcanzar los mejores lugares para tomar el sol entre las rocas, lo que provocaba el enfado de sus compañeros, al competir por el lugar o ser molestados en su descanso. Los lobos yacían entre las rocas en las posiciones mas inverosímiles, lo que nos dio que pensar acerca de si disponían o no de columna vertebral.

Tras horas de contemplación y disfrute de tan majestuosa muestra de la naturaleza, como un documental en directo, sin cortes, ni cambios de cámaras, regresamos paseando de nuevo entre las dunas.

Al llegar disfrutamos un poco de repiqueteo de los tambores que practicaban los mas hippies del lugar, y nos permitimos el lujo de tomar unas cervezas frente al mar, esperando la llegada de la noche y su manto de estrellas.  

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