AMAZONAS
Acudimos a realizar el viaje en barco atraídos por la idea de una autentica aventura, de las que suenan con mayúsculas, algo insólita y poco frecuentada. Surcar el amazonas, uno de los ríos mas grandes del mundo, en sentido contrario a la corriente, y en dirección a las tierras de su origen.
Este enorme rio que se asemeja a un mar, profundo, ancho y caudaloso, con una fuerza que se presiente continua, con unas aguas turbias cuya fuerza arrastra continuamente arboles y naturaleza muerta.
Sin embargo, tal y como habíamos leído en numerosos foros e incluso en una de las etapas del viaje del Che en su "Diarios de motocicleta", la única aventura, era la lucha continua contra los insectos y la rutina diaria.
Aun así el periodo de días que estuvimos en el Amazonas, supuso un pequeño paréntesis que nos permitió disfrutar de la calma y la observación y de la que guardamos muy grato recuerdo.
Realizamos la travesía en 3 etapas bien diferenciadas:
MANAOS-TABATINGA / SANTA ROSA-IQUITOS / NAUTA-YURIMAGUAS
En La primera etapa partimos de la ciudad de Manaos hacia la triple frontera en Tabatinga, y fue sin duda, para nosotros el mejor viaje y el que más disfrutamos, no sólo por la inmensidad de su paisaje y sus amaneceres o puestas de sol, que también, si no principalmente por dotarnos de un tiempo para disfrutar, para relajar, aislándonos por completo del resto del mundo, en un pequeño microcosmos reducido, sin otra preocupación más que por conversar, relacionarnos, leer, escuchar música y las demás necesidades fisiológicas e higiénicas.

El barco que tomamos se llamaba "Ituperaba" y tras varias incidencias, partimos a las 12 del mediodía, a pesar de que con cierta ansiedad y por algunas recomendaciones que leímos en internet, estábamos a bordo de nuestro barco antes de las 9H de la mañana. La idea era llegar antes para conseguir colgar nuestras hamacas en el mejor sitio, pero todas nuestras prisas se truncaron cuando por ordenes del capitan no nos dejaron instalarnos en la parte superior, por lo que tuvimos que encontrar un hueco en la ya por entonces, petada zona intermedia.
Una vez el barco comenzó a surcar la corriente, conseguimos relajarnos, con lo que pudimos contemplar el paisaje y empezar a relacionarnos con el resto de nuestros compañeros de abordo; llegando al punto de casi perdernos la famosa imagen del "Encuentro de las aguas" donde se cruzan dos masas bien diferenciadas del río con colores marrón pardo y negro.
Momentos después disfrutamos de una de esas maganificas puestas de sol, que te dejan callado y sin palabra, con los ojos clavados en el infinito, procurando registrar esa imagen con todo detalle, para retenerla siempre en la memoria. Y donde el sol poco a poco se iba sumergiendo en el rio, incendiando el cielo con un color fuego anaranjado, para poco a poco desaparecer, dejando un momento de claro-oscuro antes del anochecer completo.
Este primer tramo lo hicimos en 6 días, demorando el doble de días que cuando se realiza en sentido favorable a la corriente del rio. A lo que hay que añadir las distintas paradas que realizábamos para dejar o recoger pasajeros y sobretodo la descarga de carga, principalmente pollos congelados y leche en polvo, alimentos básicos en la dieta brasileña, en las distintas poblaciones a ambos márgenes del río.
Debido a ello los ánimos de los pasajeros oscilaron de unos estados de alegría y euforia iniciales, propios de la novedad y la sensación de levar anclas, dejando atrás cargas innecesarias, o situaciones de desanimo e inanición y cierta apatía, deseando llegar lo antes posible al destino final.
Sin embargo, ese estado general, no consiguió hacer mella, tomando el viaje con la pausa y la paciencia necesaria, dejándonos llevar en todo momento. Lo que nos permitió congeniar y charlar con muchísima gente, conocer otras nacionalidades, y sobretodo poder preguntar abiertamente sobre aquellas cosas que desconocíamos o nos resultaban interesantes. De esta manera no solo coincidimos con los propios Brasileños, si no también con Peruanos que acudían a su país atravesando la frontera, Colombianos, Cubanos e incluso tuvimos que acudir en auxilio de una pareja de franceses, que por desconocimiento del idioma , viajaban encerrados en su propia burbuja y que tenían a medio barco preocupado por su incomunicación.
Nuestras primeros contactos fueron con un grupo de Peruanos que viajando hacia su país nos comentaban todos los cambios en el paisaje, tradiciones, costumbres y comida que se irían produciendo, por supuesto siempre a mejor, y con ese deje a nostalgia que te produce abandonar el sitio que bien conoces y en el que has sido alimentado.

Posteriormente conocimos el drama migratorio de los Cubanos, en una de las tantas rutas para llegar al ansiado Miami, donde esperaban ser recibidos con los brazos abiertos, y sobretodo nuevas oportunidades y capacidad de elección.
También viajaban con nosotros Colombianos, vecinos de la localidad de Leticia, frontera que comparte tierra con Brasil.
Mientras tanto nuestos esfuerzos por comprender el Brasileiro-Portugues, eran cada vez menores, pero no por ello cejábamos en nuestro empeño de intentar relacionarnos, o al menos dedicando una buena sonrisa o hacer un pequeño aprecio, llegando al punto de convertirse Raquel, por unos días, en la extraña peluquera, que hacia unas raras trenzas a niñas y mayores a cambio de nada.
Los dias sucedieron largos y tranquilos, avanzando a un trote lento, acompasado al propio ritmo del motor del barco; mientras nos desperezábamos en nuestras hamacas, sonando a primera hora de la mañana el timbre anunciador del desayuno. Algunos de nuestros compañeros, sobretodo Brasileños, ya competían desde muy pronto por las duchas, haciendo honor a la consabida fama de su higiene. Tras ingerir nuestro desayuno, subíamos a la parte superior, `para disfrutar del despertar del sol y la fauna; para después regresar a nuestras hamacas y regodearnos en un pequeño sueño o un momento de tranquilidad para continuar con nuestras apreciadas lecturas.
Despues de unas horas, el animo volvía a resurgir, retomando nuevas posiciones en el barco e iniciando nuevas y animadas conversaciones, sobretodo sobre los usos y costumbres de nuestros lugares de origen. A la espera de un nuevo llamado para la comida, y en la tarde, la misma escena se volvía a suceder, hasta que se ocultaba el sol y poco a poco nos retirábamos a descansar.
Solo a veces, la monotonía se rompía, sobretodo los últimos días del trayecto, con la aproximación del barco a pequeñas poblaciones, donde se iniciaba la descarga de material con paradas no inferiores a dos horas, lo que permitía pequeñas incursiones por la zona aprovechando para estirar los pies y pisar tierra firme.
El ultimo día del trayecto, el barco se aproximo a la localidad de Benjamín, donde, azuzados por la urgencia que tenían los cubanos por llegar a la frontera, y en solidaridad con ellos tomamos una lancha rápida que nos aproximo a Tabatinga, donde nos despedimos de nuestros compañeros deseándoles toda la suerte del mundo, mientras ellos huían como pobres diablos a lomos de unas moto-taxis hacia la frontera Colombiana. La imagen, aunque frívola, se asemejaba a uno de esos concursos de supervivencia tipo Pekin-express.