SALAR DE UYUNI.
Partimos de La Paz hacia uno de los hitos de nuestro viaje que sin duda ha sido junto con Río de Janeiro, Amazonas y Machu Picchu.
Nuestro autobús salió a las 19.30h para llegar a Uyuni 12 horas más tarde. El viaje resultó bastante cómodo a pesar de las advertencias de frío y mal estado de la carretera.
Nada más llegar a nuestro destino, sin a penas abrir los ojos, con las legañas y la babilla del sueño colgando, nos asaltan varias personas con panfletos en las manos ofreciéndonos el tour del Salar. Nuestra primera idea era pasar la noche en Uyuni, recorrer las agencias y contratar para el día siguiente. Sin embargo, ante la gran insistencia, acompañamos a Charito a su oficina, donde nos ofreció lo que estábamos buscando a un buen precio, previo regateo por salir esa misma mañana.
Desayunamos, compramos agua y fruta y a las 11 estábamos en un 4x4 camino a nuestra nueva gran aventura.
Primera parada el cementerio de trenes. Maquinas, vagonetas, y todo tipo de piezas pertenecientes a antiguos trenes, aparecen dispersas a lo largo de un gran solar, donde lxs gringxs, como nos llaman por acá a lxs extranjexs, cual niñxs pequeñxs, no parábamos de subir, bajar, saltar, correr, brincar y fotografiarnos con nuestras mejores poses.
Seguidamente fuimos a comer al primer y único hotel de sal que queda en pie en el mismo Salar, debido a que el actual gobierno de Evo Morales echó toda iniciativa privada dentro de la reserva natural del salar. En la actualidad se utiliza como lugar de comida entre los distintos grupos de tour. Próximo se encuentra un monumento al Dakar 2015, que atraviesa tierras Sudamericanas.
Tras una amena y distendida comida con nuestrxs compis de tour, entramos al Salar propiamente dicho. Y lo que se presentaba ante nuestros ojos era algo realmente impresionante y maravilloso. Un océano de sal inmensamente blanco que parecía acariciar el increíble azul del cielo, dejándonos absortxs durante un largo tiempo. Tras recuperarnos del shock del momento, y ante la insistencia del guía y la embriaguez que nos envolvía, no pudimos sucumbir a realizarnos las típicas fotos saltando, queriendo acariciar el cielo, volteando, juntxs, separadxs, e incluso las fotos chorras de guiri, de esas que dices ¨ni de coña¨...
De ahí fuimos al que iba a ser nuestro alojamiento durante la primera noche, y para nuestra sorpresa que la casa estaba ubicada en un lugar mágico rodeado de campo con unas 300 Llamas de todos los colores pastando , una laguna con un montón de Flamencos rosados que casi podías alcanzar con las manos, en frente el Salar y detrás el fascinante volcán Tunupa, el cual visitaríamos al día siguiente. Tras un matesito caliente acompañado de unas ricas pastas salimos a ver el atardecer. El cielo parecía arder entre las nubes, la luna casi llena se reflejaba en la laguna, el sonido del silencio y la inmensidad, y solo nosotrxs dos, sintiéndonos únicxs e increíblemente afortunadxs de estar ahí compartiendo tanta belleza.
Al día siguiente nos levantamos sobre las 7.30 para desayunar y continuar con el tour. Esta vez nos tocaba subir hasta el mirador del volcán Tunupa, a una hora de subida desde los restos de momias de población Tiwanacu, encontrados en las proximidades. El paseo es agradable y las vistas bonitas, pudiendo apreciar los diferentes colores del volcán debido a sus diferentes componentes. Nos hubiera gustado subir hasta la cima del volcán pero hubiéramos tenido que salir sobre las 4 a.m., y lo pensamos demasiado tarde, y como estamos tratando de aprender, no se puede todo. Tras el descenso acudimos de nuevo al alojamiento donde comimos y salimos a visitar la Isla de Cactus.
Una pequeña isla en mitad del Salar enteramente cubierta de cactus gigantes, y cuando decimos gigantes es que realmente lo eran. Todos ellos de diferentes formas, tamaños, con flor, sin flor, parecían saludar, querer abrazarnos, pero cuidado con los pinchos que eran del tamaño de los palillos higiénicos.
Una vez finalizado el paseo cambiamos de grupo de compis y acudimos a nuestro segundo alojamiento. A lo que descubrimos una montaña que ascendía al mirador del Diablo, ideal para ver el atardecer, y allá que nos encaminamos. En la parte de arriba una especie de construcción permitía evitar el viento y disfrutar de las vistas. El descenso lo realizamos por otro camino un tanto más empinado, pero por suerte descubrimos unos animalillos mezcla entre conejo y canguro llamados Vizcachas.
A la mañana tocó madrugar ya que teníamos un largo día en coche, ya que las distancias a cubrir eran mayores, haciéndose un poco mas pesado, al estar demasiado tiempo en el coche y con escaso tiempo de disfrute. Sin embargo el cambio de paisaje era continuo y visible a cada instante, pasando de un desierto de sal a una zona rocosa, donde se divisaban las fumoralas del volcán Ollague. Parando a almozar en unas lagunas con los majestuosos flamingos, tan cerca que casi era posible tocarlos, existiendo tres variedades, y todas ellas con un plumaje rosado característico, que es debido a la alimentacion que ingieren en las lagunas.
Después otra vez rumbo a un desierto de arena, con el pintoresco árbol de piedra, producido por la erosión del viento, finalizando en la Laguna Colorada, cuyo nombre es debido a la acumulación de minerales férricos. y donde también existía una gran acumulación de flamencos. Allí pudimos disfrutar de la puesta del sol, bien abrigados ya que hacia bastante viento y frío. Regresando pronto al hospedaje de turno, para tomar una infusión reparadora, que nos mantuviera en caliente, ya que nos habían advertido de la noche y el frio del establecimiento. Esa noche tocaba irse pronto a la cama puesto que al día siguiente madrugábamos.
El amanecer del ultimo día nos deslumbro con un cielo todavía lleno de estrellas, donde se podía apreciar la vía láctea, y después de un pequeño desayuno, emprendimos la marcha hacia lo geisers. Llegando en el momento preciso de la salida del sol, produciendo una atmósfera mágica, que no conseguía romper el olor propio del azufre. Expulsando fumarolas de humo, a la vez que el agua hervía realizando burbujas de barro y gases.
A continuación tras un breve trayecto, llegamos a las aguas termales, lo que nos permitió tomar un espléndido baño, después de unos dias sin poder asearnos en condiciones. Pudiendo alargar nuestro disfrute acuático, ya que nuestro conductor tenia que llevar a los demás compañeros hasta la frontera de Chile.
De regreso, paramos en el llamado desierto de Dalí, y desde allí las ultimas lagunas Blanca y Verde, con su majestuosa fauna. Para finalizar en un amplio Valle de Rocas, en medio de una zona desértica y con las mas variadas formas.
Esa noche la pasamos en la localidad de Uyuni, en un pequeño hostal, todavía flaseados y con una sonrisa de felicidad en nuestras caras. A la mañana siguiente, horas antes de coger el autobus hacia Potosí, aprovechamos para visitar el cementerio de trenes, y poder disfrutar de la atracción sin la cantidad de turistas inicial.
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