martes, 12 de enero de 2016

Colonia

COLONIA

En caminados ya en direccion a Argentina, hicimos escala en la pintoresca localidad, donde nos acogió una familia muy especial, formada por Pamela y su 2 hijos, ademas de una continua visita de sus distintos hermanos, ávidos por conocer otras culturas y amigos de distintos lugares.

Pffff... Sentimos ser tan poco expresivos y continuar con este esquema descriptivo de nuestras correrías por las Américas. El caso es que se escriben con un periodo de cierta distancia, que por un lado nos obliga al recuerdo de un pasado reciente, y con ello cierto hastío al impedirnos disfrutar del momento presente. Es así como la propia avidez de experiencias nos convierte en tan pésimos escritores, con escasa paciencia para relatar nuestras vivencias, a la par de una conexión más directa en el día a día mediante la tecnología, que nos impacienta en el envío y recepción de información de nuestros seres queridos.
Escribimos estas líneas a mas de 3500 kms de un tiempo pretérito, congelado en nuestro recuerdo, como las nieves perpetuas de las montañas que nos rodean y acompañan al imponente pico del Fitz Roy, en El Chalten, tras la celebración del año nuevo y pequeña resaca del día después. A escasas horas de retomar nuestro camino por la ruta 40 hacia el norte de Argentina y Chile, como esperamos retomar la senda de nuestra pequeña bitácora.

Retomando el hilo, el primer día visitamos la zona del casco antiguo done se encontraba unas ruinas testimonió de la disputa entre portugueses y españoles por este importante enclave; así como una iglesia con una exposición artística sobre aves realizadas en hierro forjado y cerámica. Por la noche disfrutamos de una maravillosa puesta de sol, junto a la zona costera, con la mirada perdida entre el mar de plata y nuestro próximo destino, Argentina.

Al día siguiente acudimos a la playa tomándonos un tiempo para descansar, tomar el sol y comer a modo de un pequeño picnic, tras el cual paseamos por la costanera hasta el centro. Aprovechando para conocer los lugares que nos terminaban por visitar, como el paseo junto al faro y las callejuelas de influencia portuguesa.

Por la noche dimos un pequeño paseo con los hijos de nuestra anfitriona hacia un parque próximo, cuidando y jugando con esos pequeños monstruos.

Al día siguiente realizamos los preparativos necesarios para cruzar el Mar de la Plata hacia Buenos Aires, con un buque que tardaba aproximadamente 2 horas, aprovechando para enviar nuestras últimas postales desde el Uruguay.

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