jueves, 14 de enero de 2016

PUERTO NATALES - TORRES DEL PAINE

PUERTO NATALES - TORRES DEL PAINE

Llegamos a puerto natales después de hacer dedo en la ruta, y tras una gran espera debido al poco tránsito de vehículos, levantandonos al final un bus que hacia el recorrido, y al no tener efectivo nos llevaron hasta el destino sin pagar peso alguno.

Encontramos fácilmente la casa de nuestros anfitriones, una familia un tanto peculiar, que te facilitaba el alojamiento a cambio de alquilar el material de acampada para hacer el circuito de Torres del Paine. Así tras una pequeña charla, nos informaron de los pasos a realizar, acudiendo a reservar las plazas de camping gratuitos, junto con la información y mapas del parque; después hicimos las compras de víveres en vista a los futuros 4 días de treking, tomando la drástica decisión de no llevar alcohol u otro comestible que hiciera referencia a las celebraciones navideñas, para reducir en todo lo posible cualquier sobrepeso innecesario, prometiendonos disfrutarlas a la vuelta de esta nueva aventura.

Por la noche cenamos junto con una pareja vasca que nos contó un poco su experiencia y consejos del parque, ya que habían vuelto ese mismo día, uniendose posteriormente unas chicas francesas con el mismo cometido. Tras la cena preparamos nuestras mochilas, dejando los bultos mayores en la casa y nos fuimos pronto a la cama, ya que al día siguiente madrugábamos para llegar pronto a nuestra cita con la montaña.

Tras un buen desayuno, nos pusimos a hacer nuestro pertinaz auto-stop en la carretera, un acto que se ha convertido en todo una adicción por conocer gente nueva y amable, permitiéndonos conversar con los oriundos del lugar y recogiendo en todo momento los consejos y recomendaciones de los sitios e imperdibles a visitar. De esta manera tras una furgoneta y dos buses llegamos a nuestro destino.

Una vez allí hicimos el pago y la inscripción en el parque, donde nos dieron una pequeña charla sobre el cuidado y respeto del lugar, así como la necesidad de no tirar residuos y traérselos de regreso a la ciudad. El día amaneció nublado, con una lluvia constante durante la noche. Sin embargo parece que el agua nos respetó nuestro comenzar de la caminata y a los pocos metros conocimos a un chico de Barcelona que estaba estudiando en Valparaíso, acompañándonos en un principio hasta la siguiente parada, y con el que terminamos haciendo muy buena amistad y compartiendo nuestra experiencia.
La tregua del tiempo no duró mucho, y ya nos lo habían avisado, ya que existe una máxima que dice que en el Parque puedes sufrir las 4 estaciones en el mismo día, y podemos afirmar que es totalmente cierto.
Salimos de la administración a mediodía y llegamos a la parada que habíamos establecido como avituallamiento en el refugio Paine Grande, donde paramos a reponer fuerzas y resguardarnos un tanto de la lluvia que comenzó a caer con bastante fuerza. Tras la comida salió el sol y continuamos nuestro caminar a buen ritmo, manteniendo animadas charlas y disfrutando de un maravilloso y cambiante paisaje, es así como en cierto momento avistamos un enorme trozo de hielo azul intenso flotando en el agua de un lago turquesa, y tras nuestro primer asombro, encontramos más y más pedazos flotantes, hasta que en lo alto,de una loma divisamos la lengua viperina del glaciar Grey. La visón nos dejó sin habla alguna, parando para disfrutar de tan singular espectáculo, y cuando continuamos la marcha, el hielo, la nieve y las amenazantes nubes nos acompañaron, hasta que llegamos a la,bases del camping de pago Glaciar Grey. Por indicaciones de nuestros colegas vascos, nos colamos en el campamento, instalando nuestra carpa, y evitando en todo momento llamar la atención. Preparamos la comida en un comedor comunal habilitado para ello y nos fuimos pronto a la cama.
Al día siguiente madrugamos, desmontando pronto el campamento y desayunamos un par de tes calentitos, y dejamos el equipaje en el comedor, acercándonos a contemplar el glaciar desde un mirador próximo. Desde allí tras la habitual sesión de fotos, regresamos a recoger nuestras cosas, y caminando de vuelta al camping del principio, donde tomamos un pequeño refrigerio, tomamos el camino que nos llevaba hacia el campamento Italiano. En este nuevo tramó la violencia del viento llego a ser casi insoportable, llegandonos a tirar, empujandonos a correr y en ciertos momentos nos volaba hacia el costado, extremando las precauciones por la dificultad del terreno, al ser una zona rocosa y de precipicios. No por ello cejamos en nuestro empeñó, y con una marcha constante alcanzamos el campamento, instalandonos. Tras la cual nos aventuramos a visitar el mirador francés, desde donde disfrutamos de unas vistas impresionantes del glaciar y la montaña completamente nevada, acompañada de amenazantes nubes y de un viento fuerte que azotaba en todo momento. El cansancio y e temporal nos impidió llegar al mirador británico, por lo que regresamos a nuestra base.

Al la vuelta , con bastante fresquito, nos metimos en la carpita para descansar un poco. Al despertar Albert estaba preparando espaguetis para todxs, acompañamdolo  con una deliciosa crema de tomate de sobre. Después reponer fuerzas nos fuimos a dormir, ya que intuíamos que el nuevo tramo a realizar sería más largo y arduo que el de anteriores días. Llovió e hizo frío durante toda la noche, lo que nos impidió descansar correctamente, junto con los inconvenientes habituales de la ropa y usos de acampada todos mojadados. Pero no por ello nos arrendamos y después de un desayuno calentito, cargamos nuestras mochilas en ruta hacia el campamento Torres, situado en la ladera de los famosos picos que dan nombre al parque nacional. Pero con cierto temor, debido a la previsión del tiempo, con rachas de vientos superiores a 90kms, y con un cielo gris nada halagüeño, además de un kilometraje superior al de otros días. Sin embargo cumplimos nuestro cometido de un modo bastante notable, casi sobresaliente, a lo que ayudo un tiempo que llego a ser incluso de sol radiante en una de las paradas técnicas para reponer fuerzas; comenzando a llover e incluso nevar a la llegada al refugio Chileno, donde nos resguardamos y comimos calentito. Aprovechando nuestro desparpajo y que había unas excelentes duchas en el lugar, tomamos unos reparadores baños, que permitió celebrar el día de nochebuena aseados y con buen olor corporal, desde allí al campamento Torres tuvimos una caminata de apenas una hora, con bastante ascenso, pero que realizamos de manera muy optimista al ver completado el camino en buen tiempo de marcha.

A nuestra llegada al campamento Torres, nos registramos e instalamos nuestras carpitas. Disfrutando de un momento de relajo y conversación con nuestro amigo Albert en su tienda, mientras en el exterior caía una nieve ratonera acompañada de un frío, que nos obligo a  replegarnos a nuestra carpa, para conseguir el necesario calor corporal. En esa fecha tan señalada cenamos una triste sopa de champiñones con arroz, que sin embargo nos supo a gloria, rememorando las celebraciones y ritos que cumplimos con nuestros familiares y amigos, con cierta morriña, la melancolía se apoderó un tanto de nosotros al intentar escudriñar como lo estarían pasando nuestros seres queridos en torno a la mesa, unos con nuevos miembros y otros con futura celebración de boda, todos felices y contentos con miras hacia un futuro mejor, agradeciendo toda  una vida plena y llena de cariño, y suponemos también echándonos en falta como el turrón del almendro.
Brindamos con un preparado de bebida a base de polvos, mientras el campamento estaba plagado de americanos festejando el Christmas con el vino peleón en brick del lugar. Y con esa sensación de tristeza pero con la mirada puesta en la meta final, nos fuimos pronto a nuestros sobres.

Al día siguiente nos levantamos a eso de las 4 de la madrugada para ver amanecer en las Torres, y aunque al levantarnos estaba muy nublado y parecía que no veríamos nada, tras un duro ascenso a oscuras, con el tintineo de las linternas de lxs madrugadorxs como nosotrxs, entre pedrascos, riachuelillos, llegamos a la Laguna Torres, lugar donde descargan las aguas y nieves las imponentes aguas de las famosas Torres del Paine. Abriéndose un claro entre las nubes que permitió disfrutar de tan increíble visión, capturando por un breve tiempo, de no más de media hora, tan maravilloso momento, unos cuantos elegidos en silencio ante la majestuosidad de la naturaleza, con unos espléndidos haces de luz que incendiaron de tones rojizos y anaranjados las cumbres, contrastando con el azul de la laguna. Y tal como el cielo se abrió se volvió a cerrar, invitándonos a regresar al campamento para desayunar tranquilamente y desmontar las carpas.

El tramo final suponía un mero trámite hasta la salida del parque, sin embargo la naturaleza cambiante del tiempo nos hizo sufrir en los kilómetros finales, con una lluvia cada vez más fuerte, que término por calarnos completamente, y que llego a convertirse en una copiosa nevada, una vez al abrigo de las oficinas de administración del parque.

El regreso a la casa de puerto natales, lo hicimos en un bus privado al que conseguimos negociar el precio por una cantidad simbólica. Mientras observábamos perplejos la fuerza de la naturaleza que en poco tiempo había logrado cubrir de nieve los pastos, y convertía a los guanajos en singulares ciervos moteados, acorde con una estampa navideña.

Sin duda la experiencia ahondo en nosotros un vivo recuerdo, no solo por el paisaje y los momentos vividos, si no también por el esfuerzo y las ansias de superación realizadas. Acercándonos a una naturaleza casi virgen, a la que hay que respetar y procurar preservar, pero también sabiendo tomar la debidas y necesarias precauciones, ya que tiempo después nos enteramos que el mismo día de nuestra partida del parque, había fallecido una chica israelita por hipotermia, todo una nota triste que se podría a ver evitado sabiendo como actuar en estos casos.

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