martes, 12 de enero de 2016

PUERTO MADRYN

PUERTO MADRYN

Tras un par de días dándole vueltas a la cabeza y consultando con la almohada cómo hacer para llegar hasta Puerto Madryn, decidimos coger un tren, que tardaba como 12 horas para hacer 600km, hasta Bahía Blanca y después continuar a dedo. E tren nos costó rebarato, 100 pesos cada unx, menos de 7 euros. El tren os podéis imaginar, del año catapum chispum y sin ningún tipo de comodidad. 

Sobre las 9.30 llegamos a nuestro destino, y sin haber dormido prácticamente nada, preguntamos por la ruta 3 hacia Puerto Madryn. La cosa se complicaba porque necesitábamos una tarjeta para poder coger un colectivo que nos llevara hasta la ruta, así que Miqui sacó su pulgar y un amabilísimo señor nos paró, y resulta que vivía cerca de la ruta, y allá que nos acercó. Su hija también había viajado y era una forma de devolver el favor.

Cuando llegamos hasta la gasolinera ya había un grupo de tres y una chica sola haciendo dedo, parecía que la cosa iba a estar complicada, pero tras 20 minutos, un señor con su furgoneta nos pregunta para donde vamos y, con tan buena suerte que iba hasta allá, QUÉ ALEGRÍA. 

El viaje fue un auténtica placer y, aunque fueron 9 horas, se nos pasó rapidísimo...

Llegamos a las 20 a casa de Sebastián, nuestro anfitrión en Puerto Madryn. Vivía en una casita chiquita que nos dejó durante los 4 días que estuvimos allá, como si fuer nuestra, y se trasladó a casa de su novia, increíble lo de esta gente, cada vez nos dejan con la boca más abierta.

El primer día paseamos por la rambla y fuimos hasta el monumento del indio que nos permitiría tener una buena vista de la costanera. Después nos dirigimos hacia la lobería, y a mitad de camino nos levantó una pareja de jueces argentinos con lxs que accedimos, pasamos por argetinxs y pagamos la mitad.

Al día siguiente madrugamos para ir a Península Valdés. Tras una hora en la ruta, vemos pasar un coche que mira nuestro cartel, pero pasa de largo, y de repente, en la lejanía escuchamos unos gritos, habían parado y nos llevaban a nuestro destino. Tres jubiladxs argentinxs muy simpáticxs y amorosxs iban a embarcarse para ver ballenas.El viaje fue bárbaro y al llegar a la taquilla de entrada dijeron ¨tres de jubiladxs y 2 normales, somos argentinxs¨, y nosotrxs con la boquita callada sin decir ni mu...y una plata que nos ahorramos.

Una vez allá, nos pusimos a caminar y a hacer nuevamente dedo, ya que para hacer el recorrido de la península se requiere de auto. Pasado un ratillo, una pareja de italianxs que estaban de luna de miel, nos levantaron y ahí comenzó un gran día lleno de lindas emociones, risas e ilusiones.

Pudimos ver los lobos marinos, todo pegados, unos encima de los otros, con enfados y gruñidos retándose de continuo.

Descubrimos que también existen los elefantes marinos, que son como los lobos pero con una nariz prominente al estilo trompa. Estos mantienen más las distancias los unos de los otros, y les cuesta la misma vida moverse, tienen que arrastrarse para poder llegar al agua, con varios descansos de por medio.

Y finalmente descubrimos a esos pequeños mamíferos tan graciosos, lindos y entrañables que son los pingüinos magallánicos. Simpáticos en su caminar e interactuar, con su corbata blanca, llevando de comer a sus crías y defendiéndolas a través de un sonido muy peculiar, y es que los pingüinos rebuznan, si si, como lo habéis oído, rebuznan igual que los burros, e impresiona muchísimo, ya que no puedes entender como un sonido tan fuerte puede salir de un ser tan entrañable!

Tras un largo y emocionante día, regresamos, agotadxs a nuestra casa durante unos días.

Al día siguiente nos lo tomamos con mucha calma, de paseo y preparación de nuestro siguiente destino, Puerto San Julián.

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