HUMAHUACA
Nuestra principal meta era sin duda Iruya, localidad de la que nos habían hablado muy bien, pero ante la falta de pesos en metálico teníamos que hacer una parada en el camino, allá en Tilcara. A la llegada al cruce de la ruta principal, apareció para nuestra sorpresa una patrulla policial que empezaba a cortar el tráfico en esa dirección. Nosotros al ir a pie no teníamos prohibición alguna, sin embargo no existía movilidad alguna a la que le permitieran transitar. Después de un tiempo preguntamos a los gendarmes qué ocurría y nos dieron explicaciones vagas, que si por las lluvias el río se había desbordado, que si un coche cruzado en la ruta, pero nada claro.
Interpelamos a los vehículos que venían en dirección contraria, circulando sin problema alguno, y ellos decían no haber visto nada, de hecho pensaban que la cuestión se producía en nuestro punto. Tras horas de espera con un sol de justicia, y deliberando entre nosotros que hacer, la gente se empiezó a calentar y saltarse la barrera cada uno de manera más descarada, sacando el carácter italiano macarrero que llevan dentro.
Tras varios toma y daca con los gendarmes, que si ahora nos escapamos unos, que si ahora la barrera la pongo más allá.... Conseguimos que una pareja nos acercara a la localidad de Maimara, y de allí un paisano muy majo que nos ofreció llevarnos directamente a Humahuca, y que al parecer era más grande y con más ofertas de bancos y cajeros que Tilcara. A la altura de Tilcara, pudimos observar con nuestros ojos la magnitud del problema. Aquello parecía un campo de refugiados de la cruz roja, con la gente intentando huir en lo primero que fuera posible. Y es que, resulta que tiene tanta fama Tilcara por su carnaval, que el pueblo sufrió una avalancha de Porteños, a lo que se unió una serie de tormentas que provocó desbordamientos y al parecer también desparecidos, todo ello un tanto confuso y caótico.
Al llegar a nuestro nuevo destino buscamos un camping, y tras instalarnos bajamos al centro a participar del carnaval, y una vez allí el Miqui sufrió toda una recaída en forma de golpe de calor que le dejó grogui para el resto del día. Tras una pequeña siesta en el césped, todavía este cabezota se empeñó en dar una vuelta por el pueblo, donde visitamos, entre otros el monumento a los indígenas que participaron en la independencia y una bonita vista de la ciudad, desde lontananza salpicados por una serie de imponentes cactus, con enormes brazos hacia el cielo, al puro estilo del oeste americano.
Al regreso compramos unas empanadas de queso, baratitas y muy ricas, tumbàndonos y después de otro resurgir volvimos a por más empanadas, pero esta veZ con una mejor oferta si cabe.
Tras una noche de lluvias continua, amaneció con una mañana triste y nublada, torciendo nuestros planes iniciales de visitar la Quebrada de los 14 colores. Así pues nos acercamos al pueblo y una vez allí coincidimos con una comparsa que estaba tocando, por lo que decidimos unirnos y empezó a circular un brebaje alcohólico parecido al rebujito, ofreciéndonos también hojas de coca. Y al haber sido advertidos con anterioridad de no evitar las invitaciones, por poder ofenderse, aceptamos, primero de mala gana, pero poco a poco más integrados y alegres. Siendo así como participamos del rito del chayar con la pachamama. Donde realizamos una serie de ofrendas a la madre tierra, principalmente en forma de alcohol, siendo conectados con ella y con la comparsa.
Después de toda esta aventura fuimos a comer y ver si era posible hacer la visita a la quebrada, pero las nubes impedían el disfrute de las vistas, postergandolo para el día siguiente y prácticamente abandonando la idea inicial de acudir a Iruya, por el riesgo de las lluvias. El resto del día lo pasamos paseando por el pueblo, observando como chayaban sus autos, para evitar posibles accidentes. Y por la noche uniéndonos a las distintas comparsas que desfilaban por las calles principales, con su música y diablillos.
Al día siguiente con un tiempo espléndido, luchamos por una buena oferta y acompañados por unos jóvenes porteños, viajamos en la parte trasera de una pickUp, hacia el Hornacal, famoso cerro de los catorce colores. Al llegar a contemplarlo el silencio se hizo ley, disfrutando de sus bacanas vistas, realizando una pequeña caminata por la montaña próxima, que permitía contemplarlo. Sin lugar a dudas la espera había válido la pena y nadie nos iba a quitar esta maravillosa impronta en nuestra retina.
Al regresar retomamos nuestras cosas en el camping, para hacer dedo camino a Salta, con la idea, de tal vez, visitar el Cafayate. Siendo levantados por un verdulero muy amable que terminó dejándonos a escasos 80km de nuestro destino, con un cargamento de verduras y hortalizas
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