Caminamos y caminamos hasta que llegamos a la ruta y allá que nos plantamos. Al poquito de estar allí, nos levantó un chiquillo que estaba de papeleos por Valdivia, nos acercó unos 100km, dejándonos en un peaje, donde un joven camionero nos acercó un tramo más hacia nuestro destino, donde, tras una breve parada para comer, una pareja que venían de Temuco de la graduación de ella, nos llevó hasta Villarica y de ahí dos trabajadores hasta Pucón.
Fuimos al punto de información turística en busca de información sobre camping y posibles caminatas para realizar esos días.
De primeras no pudimos disfrutar como hubiéramos querido de las impresionantes vistas del majestuoso volcan Villarica, debido a las grandes nubes que lo acompañaban...
Tras instalarnos en el camping familiar Rosa, paseamos por el pueblo, lleno hasta los topes de turistas por todos lados, vamos una plaga.
Por la noche charlamos con una pareja de Málaga que ya llevaba varios días por allá y que nos aconsejaron sobre caminatas imperdibles.
Nos levantamos, y dada la hora que era, nos decidimos por subir al cerro Cañi. El día estaba un tanto nublado pero aún así arriesgamos y subimos, y la verdad que el lugar merecía muchísimo la pena.
Tras una prominente ascensión de cerca de tres horas, paseando entre araucarias, majestuosos árboles centenarios que nos habíamos visto nunca. Una especie de pinos gigantes con frondosas ramas redondeadas cuyo fruto era una bolita con picos, dando la sensación de árbol de navidad con adornos. Llegamos con la lengua fuera a la cima del cerro, desde donde se divisaban los diferentes volcanes, cerros, lagunas y verdes praderas, aunque las nubes no nos dejaron disfrutar del todo de la vista, quedamos impresionadxs con el lugar.
Bajamos hasta una de las lagunas donde almorzamos entre sol, nubes y vientos varios. Después paseamos alrededor de las distintas lagunas del lugar y tras una rica siesta en una gran pradera verde, bajo ese solito que quiso finalmente acompañarnos, iniciamos el descenso del cerro.
Al día siguiente nos tocaba madrugar un poquito más para tomar la movilidad que nos llevaría hasta el parque nacional Huerquerque.
Nada más llegar tuvimos que registrarnos, y nos atemorizaron un poquillo con el tipo de caminata que queríamos realizar, el ascenso San Sebastian. Que sí era larga, que si era muy dura, casi toda de subida, que si debíamos llevar dos litros de agua por persona, porque allí no había forma de recargarla, que si patatín que si patatán... En fin que no hicimos mucho caso y allá que nos encaminamos, y he de decir que el paseo fue realmente lindo, que no fue para tanto, ya que descubrimos la gran utilidad de los palos de montañismo, haciéndonos con unos de caña de bambú. Que fuimos capaces de administrarnos el agua para que no nos faltase en ningún momento y que lo disfrutamos muchísimo.
Hubo momentos que tuvimos que escalar agarradas a las prominentes raíces de los árboles, otras escalar por roca, pero fue fantástico, y cuando llegamos a la cima, la vistas eran indescriptibles, seis volcanes entre ellos el Villarica y el Lanin, todos ellos nevados, cinco o seis lagos con diferentes tonalidades de azules-verdes y aire puro, mucho aire puro, que se denotaba en las barbas de viejo que tenían los árboles colgando de sus ramas.
El descenso lo hicimos corriendo y saltando, en muchísimo menos tiempo del previsto; por lo que nos animamos a realizar una caminata intermedia entre los bosques de lenguas y araucarias.
El último día lo dedicamos a descansar y nos fuimos a playa negra. El agua estaba helada y fuera no se podía parar del calor que hacia. Después de comer nos fuimos hacia los Ojos del Caburga. El paseo fue más largo de lo que pensábamos y bastante incómodo, los coches pasaban a gran velocidad por el camino de tierra, así que el polvo que nos íbamos comiendo era bastante abundante.
No se porque extraña razón, pensamos que allá nos podíamos bañar, pero al llegar nos dimos cuenta que no. Una serie de pequeñas cascadas se dejaban morir en un laguito con un precioso color azul.
El lugar estaba lleno de turistas. Pasemos por las distintas subidas y bajadas del circuito marcado y regresamos a Pucón, con una agradable familia santiaguera.
Destino mágico y muy recomendable para todo el que ande por tierras chilenas, Pucón bien merece su visita y disfrute.
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